domingo, 8 de enero de 2012

Realidades ficticias, el texto más horrible de la historia de los textos.

Marta bajo la mirada, y arrepintiéndose de lo que estaba por hacer dijo:

-Dime... por qué yo?

-Y por qué no? - contestó Julián con esa sonrisa pícara tan característica en él.

-... Odio cuando haces eso, no te cuesta nada responderme. Venga, dímelo, por qué yo? Y no quiero la típica frase de película que me haga llorar. Quiero la más sincera respuesta que puedas darme.

Julián dejó de sonreír y se dio cuenta de que ella esperaba algo que la ayudara a decidirse, a aclarar sus ideas. Cerró los ojos y, como buscando fuerza donde no la hay, empezó a decir:

-La verdad?... No lo sé. Desde el día que te conocí supe que había algo en ti que me volvería loco siempre. Sabes? Tienes esa mirada tan profunda, tan llena de misterio y a la vez tan transparente... me provoca mil sensaciones a la vez. Eres el tipo de chica que no sabe lo que es, lo que tiene, lo que la hace tan especial. Es como si fuese inútil que te lo digan, eres completamente inconsciente del efecto que produces en los demás, y eso me encanta. Me encanta ese contoneo que hace que tu andar sea como un baile erótico, me encanta que cuando bailes cierres los ojos de forma que parece que la música está follándote despacio. Por alguna razón me encanta que levantes una sola ceja siempre que te pones medianamente seria o cuando discutes, y adoro cuando discutes. Eres increíble y no eres capaz de verlo... Sabes que es lo mejor? Que desde que nos conocemos nunca has dejado de sorprenderme, siempre haces algo que me deja perplejo. Ya ves, no es que seas exactamente distinta, ni extraordinaria... El caso es que lo eres para mi, el caso es que para mi eres lo más fascinante y digno de estudio de este planeta. Y te lo digo yo, que estudio física y se de estas cosas, jajaja.

Marta se había quedado en silencio. Miraba fijamente a Julián que aun seguía con los ojos cerrados y parecía que temía abrirlos. Aun con esa mirada de absoluta perplejidad, Marta se acerco a Julián y lo besó. Julián permanecía quieto, expectante. Cuando abrió los ojos la vio sentada sobre él, quitándose la camiseta para dejar al descubierto ese sujetador blanco con estampado de magdalenas y dulces que tantas veces había querido ver más allá de las transparencias de una camiseta. Se miraban sin parpadear, ambos sabían lo que iba a pasar y no pensaban impedirlo.

Fue una noche larga, apasionada e inolvidable. Una noche que ambos recordarían siempre. Una noche perfecta en todos los sentidos.

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