martes, 23 de diciembre de 2014

Orgasmo creativo

Tenía esta libreta aparcada. Un poco por miedo, un poco por sufrimiento, había dejado de escribir. Otra vez.

Ahora cojo con temor este bolígrafo. Quiero creer que las cosas han cambiado y que, lentamente, puedo volver a andar. Y espero que sea cierto. Tantas batallas perdidas en tan poco tiempo han hecho flaquear mis fuerzas, pero, ahora que el tiempo llega a su fin, releo mis ideas y me animo a resurgir.

De repente se me agolpan las palabras, mi mano va demasiado lenta. Pienso demasiado deprisa, quizá. Y sonrío por esta sensación de auténtico placer que me embarga y hace bombear con fuerza mi corazón.

El ruido del bolígrafo deslizándose por el papel, surfeando los renglones como si de las olas más peligrosas del pacífico se tratara. Mis nervios a flor de piel por la batalla que disputo. Quiero y voy a escribir, dice una parte. No tienes nada que decir, dice la otra. Pero siempre pienso muy rápido y hoy la mano gana la discusión.

¡Oh! El sonido del bolígrafo, dulce sonido... Las sonatas más famosas se quedan en nada al lado de esta música celestial. Me siento como un compositor en pleno apogeo creativo. Sueño con no dejar nunca de escribir. No existe el mañana, no existe el después, ni el exterior, ni las sombras, ni la gente. Solo existo yo, mi bolígrafo y mi libreta de rectos renglones. Y no necesito nada más.

Ignoro mi dolor de espalda y la falta de claridad de mis letras. Ignoro que es probable que esto mañana carezca de sentido. Ya no importa, ya no interesa. Estoy escribiendo y mi alma, por primera vez en mucho tiempo, rebosa felicidad. Explota una lluvia de confeti y los fuegos artificiales provocan un incendio descontrolado dentro de mí. ¡Qué placer! ¡Qué barbarie! ¡Qué locura! Ni aquel sombrerero de cuento infantil podría predecir este nivel de delirio que se desliza por el laberinto de mis sienes.

No sé quien soy, no sé mi nombre ni lo que el futuro me depara. No hay límites ni fronteras, no hay horizonte. Hoy puedo ser quien yo quiera y al verme en el espejo he visto a mi imaginación corriendo por un bosque oscuro, tropezando y volando, sonriendo y llorando. He visto los colores que vestían los personajes que rigen mis pensamientos y los he cambiado. He visto los olores de todos los libros que aun no he abierto. He visto el gusto de esa tinta que intoxica al escritor maldito y he podido saborear cada una de las sentenciosas palabras que aun no ha podido pronunciar. Y yo deseo todo aquello y más aun.

Deseo sentir, sonreír, sufrir, saborear. Deseo la S. Deseo poder gritar a los cuatro vientos que he tenido un orgasmo soñador provocado por un arranque de creatividad extrema. Deseo que toda yo vuelva a ser la dueña de mi habilidad, de mi debilidad, de mi pensamiento. Deseo no dejar nunca de desear y cumplir cada uno de mis deseos, convertirme en mi propio genio de la lámpara y luchar contra mis propios monstruos. Ganar la batalla final.

Hoy, ahora, he decidido ser yo misma. La más pura versión de mí que he podido rescatar. He decidido que poner un punto y final solo significa que ahora puedo escribir otro libro distinto. He decidido que me apetecía volver a plasmar mi retrato en palabras, porque lo más fiel que encontraréis nunca de mi imagen, son mis palabras. He decidido que me he convertido en mis palabras. Y me gusta.

Soy cada una de las palabras que brotan de mi mano, aquellas llenas de euforia, sufrimiento, placer, abandono, lujuria, alegría, tristeza. Soy las palabras más intensas, las más básicas, las más imperfectas. Soy lo que lees, lo que intuyes, lo que entiendes y, para algunos, también soy lo que hay entre líneas escrito con tinta invisible. Y algún día me dirás que esas palabras siempre fueron las que te llenaban la boca y que las quieres todas solo para ti, entonces podremos negociar.

Me estoy perdiendo en las calles de mi cabeza. Necesito un mapa nuevo. Una ingente cantidad de ideas escondidas durante muchísimo tiempo están saliendo sin permiso y, a base de no poder ordenarlas, las estoy plasmando aquí sin sentido. Voy a perder la cabeza y mañana me preguntaré qué ha pasado, sentiré la resaca de aquel que bebe demasiada imaginación en una sola noche de juerga.

Ya no puedo continuar, al menos por hoy. Este río es cada vez más caudaloso y la presa corre riesgo de resquebrajarse. Me desbordo a mí misma y la noche parece larga. Mañana será otro día. Vuelvo a sentar la calma y a respirar tranquila. Ha pasado el climax. Estoy extasiada. Buenas noches.