sábado, 29 de septiembre de 2012

Cosas.

¿Cómo puedes no saber lo que deseas?
¿Cómo puedes no saber con qué fantaseas?
Algo habrá que quieras de verdad.
¿Qué harás cuando acabes esa carrera sin futuro?
Deberías ser profesora. No quiero. Pues deberías.
Arregla tu vida de una vez.
No te entiendes ni tu misma y así los demás tampoco podemos entenderte.
Eres rara. Y muy complicada.
No soy más complicada que cualquier otra persona. Nada es simple.
Quiero besarte.
Acaríciame la espalda, los brazos, las piernas.
¿Qué es lo que no entiendes ahora?
Las relaciones largas son absurdas.
La gente se abandona entre si. Eso no va a cambiar nunca.
Tus pupilas se dilatan mucho cuando me miras así.
Eres un auténtico robot.
Necesitas encontrar un hobby.
Me gusta pedir deseos a las estrellas que más brillen. Aunque sé que es una tontería infantil.
Eres como una niña (madura de una vez).
Hoy estás horrible, no te vuelvas a acercar a un espejo.
Cometes siempre el error de fiarte de los demás antes que de mi. Créeme lo que te digo.
Todo es relativo. Todo pasa por alguna razón. Es el karma.
La vergüenza es tu problema y solo tú puedes solucionarlo.
Tengo miedo de quedarme sola.
No sé querer a alguien.
Cuídame. Necesito sentir que nada me sucederá contigo a mi lado.
Si no tienes ordenada tu habitación, ¿cómo pretendes tener ordenada tu vida?
No eres una más. Pues yo lo siento así, a veces. Pero no lo eres.
Ninakupenda (suajili).
Contigo es distinto. Siempre lo ha sido. 
Eres desesperante.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Mi libreta

Hace tantísimo que no escribo realmente. No escribir como cuando pongo alguna cosa aquí. Escribir como hacía antes, que cogía mi libreta de debajo de la cama y allí recogía todo lo que se me pasaba la cabeza. Descargaba todo en esas hojas y me quedaba tranquila hasta el infinito. Era como vaciar mis recuerdos en el pensadero de Harry Potter, con la diferencia de que no dejaba solo recuerdos y de que se trataba de mi bolígrafo y mi libreta.

Pero hace mucho que no lo hago. Y no porque no quiera, es que no soy capaz. O pierdo facultades o algo pasa. Demasiadas ideas, pensamientos, recuerdos buenos y malos, conclusiones precipitadas, demasiadas imágenes, demasiado de todo. Y no encuentro la forma de plasmarlo todo, no sé ni como empezar. Me cuesta ordenar mis ideas o averiguar como escribirlas. Es tanto que me abrumo a mi misma y al final me veo delante de un folio en blanco de esa libreta, con un bolígrafo en la mano, observando las líneas como quien observa  el vacío. Y mi cabeza empieza a murmurar cosas, todas a la vez, sin pausas, sin descansos, sin dejarme aclararme. Me cuesta oír una sola de las ideas, porque una va acompañada de la siguiente. No puedo aislarlas para oírlas adecuadamente. 

Es muy difícil seguir así. Tengo tanto en la cabeza... Sé que tengo que coger de a una cosa a la vez para ir atando cabos de forma firme y segura. Sé que debo relajarme para aclararme y para que mi espalda y mi ansiedad se tranquilicen. Al final se arreglará y ordenará todo, lo sé. Pero hasta entonces me siento un poco perdida en mi misma. Es hora de volver a coger la libreta. Es hora de organizar mi cabeza en busca de un final, sea del tipo que sea.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Eres un cobarde

Nunca te has parado a pensar en ello. Nunca has sentido la necesidad de hacerlo, de reconocer que en el fondo de tu interior lo sabes... o al menos lo intuyes. Nunca te lo has planteado realmente, aunque una parte de ti te susurrara que debías tomártelo en serio. Hasta que lo piensas, lo reconoces, te lo planteas.

Llega el momento. Te posicionas frente a un enorme espejo, te miras a los ojos como nunca lo habías hecho. No observas tus imperfecciones, tu pelo despeinado, tus ojos irritados o tus puntos negros. Te observas a ti mismo, en lo mas profundo de esas pupilas dilatadas. Y no ves nada. No sientes nada. Te sientes incomodo,  violento, absurdamente desquiciado por tu propia presencia. Ya no eres capaz de pasar ni diez segundos a solas contigo mismo sin sentir ese odio quemándote en las entrañas.

¿Qué pasa? Ya no es lo mismo que hace unos años atrás. Tu apariencia ha cambiado, tu interior está vacío y no sabes exactamente en que momento se formaron las telarañas que ocupan el lugar que antes ocupabas tu. Hace años que las cosas han dejado de ser como eran. Hace años que eres consciente de la rutina, la amargura, la falta de ganas de vivir. Ahora todo te da igual, ahora ya nada te parece real. 

Antes eras tu o el mundo. Luchabas por sobrevivir en una selva donde todo el mundo se aplasta entre sí como si de una plaga de hormigas se tratase. Te preocupabas por salir adelante, por superar los obstáculos y saltar las barreras. Te molestabas por intentar hacer de tu vida algo valioso. Te importaba ser quien eras sin más. De repente no luchas, no te preocupas, no te molestas ni te importas a ti mismo. Todo es igual, rutinario, cansado. ¿Cuándo llegaste a ese punto de no retorno? ¿Cuando te diste cuenta de que tu vida era una soberana mierda?

Es la hora. Te toca actuar, hacer algo, mover ficha. Llevas demasiado tiempo en "stand by" y es el momento de hacerlo. Y ahí estás, mirándote a ti mismo en aquel espejo. Solo, como siempre. Desnudo pese al frío de un pleno invierno muy inoportuno. Respirando con furia. Odiándote a ti mismo porque ahora eres consciente de lo que eres. Porque ahora sabes que no vales nada, que dejaste de esforzarte por vivir, que te convertiste en un simple muñeco de plástico. Demasiada rabia, demasiado odio, demasiada oscuridad dentro de ti. 

Hay muchas opciones, muchas soluciones, muchas formas de moverte para cambiarlo. Pero eres un cobarde. Y desde hace tiempo sabes que debes hacerlo, que es necesario y que debe ser eficaz. Ya no hay vuelta atrás, porque aunque sigas pensándolo, llevas meses decidido a hacerlo. Llevas media hora frente al espejo y tras reflexionar ese tiempo, tras verte desnudo tanto tiempo, coges esa maravillosa escopeta que te ha regalado tu abuelo hace ya algunos años. Aquella preciosa antigüedad se adapta perfectamente a tu mano, tus dedos la acarician como hace tiempo que no acarician a ninguna mujer. Te sientas en la pequeña silla del lavabo. Respiras llenando de oxígeno tus pulmones, saboreando cada gota de aire. El cañón de la escopeta esta frío, es un sabor metálico que tu lengua no sabía que iba a probar. Ya casi está. Solo falta apretar el gatillo y... ¡BOOM!

Tu cerebro se reparte por toda la pared del lavabo. Los azulejos blancos se han vuelto rojos y un líquido espeso recorre las juntas. ¿Sabes lo mejor de todo esto? No tendrás que limpiar tu propio estropicio.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Tiempo de pensar


Conocerme es difícil. No me dejo conocer. No creo que nadie me conozca de verdad. Y es culpa mía. Desde que empece a pensar que todo y todos son prescindibles, lo tome al pie de la letra conmigo misma. No creo que merezca la pena que nadie me conozca porque al fin y al cabo todo acaba, todo pasa, la gente te olvida, cambia y al final te conviertes en algo que paso una vez. No soporto pensar que habré pasado tiempo conociendo a alguien y dejándome conocer para que luego pasen a otra cosa, como si nunca hubiera pasado nada. Y eso en el mejor de los casos porque, amigo mio, el ser humano es despreciable, lo que implica que cuando no te abandonan te hacen daño.