jueves, 27 de junio de 2013

Estoy muy bien.

Estoy bien. Tengo una gran personalidad para compensar la altura. Y tengo muchísimo carácter, bastante más del que dejo (y dejaré) ver. No soy en quien se fijaría alguien de buenas a primeras, pero si se molestan en conocerme (que sé que cuesta) puedo asegurar que vale la pena. Estoy bien, hasta podría decir que estoy de puta madre. Creo que me gusto a mí misma. No me enamoro, ni me encanto. Pero empiezo a gustarme.

Tantas manías y tantos defectos que tengo. Pero sé que valgo la pena, que no soy una cualquiera, que no soy menos que nadie. Sé que soy responsable y hasta algo divertida. Quizá no sea lo más gracioso de este mundo, pero aun puedo hacer reír a mi madre y a mi hermana, y con eso me vale. Tengo buen humor, no siempre, está claro, pero lo voy mejorando y procuro estar de buen humor y ser más comprensiva. Sé que soy pesimista... MUY pesimista. Pero también sé que puedo poner el punto positivo cuando alguien lo necesita, porque muchas veces solo necesitamos que nos muestren el otro lado de las cosas, y eso puedo hacerlo.

Me cuesta relacionarme, es verdad, y me da vergüenza el 90% de las cosas que hago, pienso o digo. Pero cuando me acerco a alguien y me muestro tal y como soy, no me separo ni me alejo tan fácilmente. Soy, tal vez, como una especie de cervatillo asustado, que tienes que estar callado para que se acerque solo y puedas verlo en todo su esplendor. Si actúas con cautela, me tendrás muy cerca siempre que quieras y podrás verme como soy en realidad, sin todas esas capas. Queda mal que lo diga yo, pero creo que vale la pena la espera y el intento, nunca voy a dejar tirado a alguien si no creo que se lo merezca. Y hasta cuando se lo merecen suelo ser un poco buena de más y ayudar. Estoy muy bien. No tengo el mejor cuerpo del mundo, físicamente dejo un poco que desear, no soy el prototipo de chica, ni mucho menos. Pero puedo sacarme partido, creo. Y siempre hay un roto para un descosido, así que siempre habrá algún cegato que opine lo contrario y sea en mí en quien se fije.

Entonces, si sé todo esto y sé que estoy muy bien, ¿por qué sigo haciendo las comparaciones menos pertinentes y sigo teniendo esta autoestima que va a ras de suelo siempre? Esa necesidad absurda de torturarme a mí misma, viendo fotos e interesándome por alguien que, sin quererlo, mi cerebro convierte en lo mejor que pueda existir. Y ahí empiezan las comparaciones y los deseos de ser quien no soy, solo porque ser otro parece mejor. Si sé todo esto, ¿no debería pensar distinto y dejar de torturarme? Al final parece que no acaba nunca, soy mi peor enemiga y lo seré siempre, no tengo descanso.

domingo, 2 de junio de 2013

Tengo mis manías y mis cosas raras, como todo el mundo.

No soporto que me toquen los pies, rara vez hago una excepción con respecto a ello, siéntete afortunado si alguna vez deje de forma voluntaria que me tocaras los pies. No se expresarme correctamente con la voz, creo que aquella persona que es capaz de contar cosas y decir lo que siente con las palabras adecuadas y a la persona adecuada es privilegiada, porque no todos sabemos como hacerlo y a veces es frustrante. A veces creo que ni siquiera sé como expresarme en papel, que mi caos no se puede plasmar así como así y que hacen falta un par de expertos para descifrar el jeroglífico que represento.
Prefiero un lápiz a un bolígrafo o un rotulador. Adoro tener que afilar un lápiz y el olor que te deja en la mano la madera, la facilidad para eliminar cualquier cosa mal escrita o aquello que te arrepientes de haber escrito con el simple hecho de frotar una goma es magnífico, siempre es mejor poder borrar que tener que tachar o cubrir con tinta blanca para disimular el error.
No sé reaccionar ante mí misma. Me despisto con mis cambios y evoluciones y me siento ridícula sintiendo cosas o pensando cosas. No tengo claro como debo actuar conmigo misma, nunca he tenido claro como responder ante mis propios actos, pensamientos o sentimientos. Muchas veces soy un enigma hasta para mí. Es como cuando te preguntan qué piensas o qué quieres decir y no sabes exactamente que responder, se te agolpan las palabras en la boca y al final solo sueltas un “nada” como respuesta, como si esa nada englobara todo tu ser, como si esa palabra tan corta y tan desmesurada a la vez, fuera capaz de representarte en todo tu ser, cuando en realidad sabes que no es así, que esa palabra no puede ser tú, porque tú no eres “nada”, porque en tu cabeza hay demasiadas cosas como para poder ser descritas con un “nada”. Y sin embargo respondes “nada”.
No estoy segura del todo de que eso realmente le pase a alguien además de a mí. Es más, es que no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero mi cabeza, por alguna razón, lo ha relacionado. A eso me refiero, a que soy del tipo de personas que relacionan dos hechos completamente aislados y los unen en un solo párrafo creyendo que esa unión tiene todo el sentido del mundo, porque realmente creo que tiene sentido, pero aun no sé por qué, ni a que nivel tiene sentido que haya unido ambas cosas.
Si me preguntas qué quiero comer, el 98% de las veces responderé que quiero pasta. Me da igual el tipo, me da igual la salsa o el acompañamiento, pero siempre que se me pregunte me apetecerá pasta, rara vez pido otra cosa. Viviría a base pasta, con todo tipo de salsas y siempre mucho queso acompañando. Porque esa es la otra, he desarrollado una adicción muy rara al queso. Si se le puede poner queso, me lo como... Aunque seguramente me coma el queso y deje el resto. Supongo que para compensar que no como jamón, pues como el doble de queso.
Bailo con todo tipo de música y en cualquier parte, me cuesta mucho quedarme quieta cuando escucho algo de música, pero me da mucha vergüenza que me vean bailar y moverme, solo lo hago si alguien me acompaña o si estoy rodeada de gente y paso desapercibida.
Me enamoran los músicos solo por ser músicos, creo que es porque no tengo habilidad para la música, mi oído es mediocre y el hablar de mi coordinación se lo dejo a mis numerosas caídas y a mis tropiezos con mis propios pies. Uno siempre se fija en aquello que los demás hacen y uno no sabe hacer o en aquello que otros tienen y uno no. Nos sentimos atraídos o repudiados por ello, dependiendo del nivel de envidia que nos provoque. En mi caso suelo sentirme atraída por esas cosas. Me gustan las personas altas, los músicos, aquellas personas que dibujan bien, las mujeres con bonitas formas y muchas curvas, las mujeres con voz suave y los hombres con voz grave... Aquello de lo que carezco es lo que más atractivo me resulta normalmente.
Tengo una debilidad por los niños pequeños que nunca reconoceré en voz alta y que se suele acabar en cuanto tengo que pasar mucho tiempo con alguno. Mi paciencia es limitada y cuando los niños no quieren escuchar, gritan o lloran mucho me dan ganas de enseñar por mis métodos más violentos. Por suerte no estoy con niños habitualmente y aun puedo disimular todo esto viéndolos de lejos y diciendo “aaaaawwwww... que lindos!”

Tengo mis manías y mis cosas raras, como todo el mundo. Y como todo el mundo, creo que las mías son especiales y excepcionales aunque no lo sean.

Nota: No he revisado el texto antes de publicarlo. Lamento las posibles erratas, pero tengo demasiado sueño. Gracias ;)