lunes, 17 de marzo de 2014

Un adiós a una amiga y una auto-bienvenida

Hoy he cogido mi libreta, la que está debajo de mi cama esperando mis pensamientos más oscuros y encerrados, esa que siempre relleno con problemas, líos, meteduras de pata... pero hoy había una diferencia, no la buscaba para escribir.

Allí siempre he plasmado lo que me ha hecho falta con tal de renovarme, de sentirme libre y desahogarme por completo. He de decir que siempre fue de ayuda, cuando escribo ordeno las cosas y las veo con perspectiva y así es mil veces más fácil entenderme y hacer que me entiendan. Hoy la he abierto para robar un par de folios para estudiar y, cuando me quise dar cuenta, estaba sentada en mi cama leyendo las mil tonterías que tenía allí grabadas. Lamento decir que de todos los textos solo uno era positivo, agradable y hasta sexy, si se me permite decirlo. Al acabar de hojearlo todo me quedé mirando y me pareció muy triste aquello, patético incluso. Y no estoy dispuesta a ser una triste y patética mujerzuela que gasta sus energías en escribir penurias.

Decidida a acabar con ello he arrancado cada una de las páginas que estaban escritas, incluso aquellas que me dejaban un sabor ardiente en el recuerdo. Las he arrancado todas de la libreta y me apoderado de ella para usos múltiples más productivos y menos destructivos. Y ahí estaba yo, sentada en mi cama, con una libreta vacía a un lado y un montón de recuerdos y heridas en el otro. Pensé en tirar aquellas hojas, pero imaginé en un futuro a algún estudioso de la literatura moderna buscando información sobre la famosa aunque perturbada escritora Pilar Elisabet Losada Adura. Me pareció mejor guardarlas en algún lugar donde algún día, cuando yo ya no esté, alguien las  pueda encontrar y hacerse con ello una idea de como fui, con mis más y mis menos, con mis grandiosos escritos y mis tristes historias internas. 

Renovarse es vivir. O eso dicen. Yo, personalmente, cuando quiero organizar mi existencia, organizo mi habitación, guardo todo en su sitio, hago inventario de libros, dejo la habitación impoluta. En ocasiones, cuando la necesidad de orden es muy grande, hasta cambio las cosas de sitio. Eso he hecho esta semana pasada. Mi habitación tiene un aire mucho más tranquilo y acogedor, me siento en sintonía con ella. Y hoy, renové mi libreta y redacté un texto para un concurso. Me recompongo de mí misma. Me vuelvo yo por momentos. Y me gusto muchísimo cuando me gusto.

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