martes, 15 de agosto de 2017

Reencarnación.

[...] entregado, desnudo, con los poros erectos, con los brazos al viento [...]
Oliverio Girondo, ¡Azotadme!


Si creyéramos en la reencarnación, me gustaría pensar que en otra vida fui un pájaro. Me gustaría imaginarme cubierta de plumas, volando y aprovechando cada gota del aire más puro que se pueda respirar. 

Si, creo que en otra vida fui un pájaro. Eso tendría sentido, encajaría con mis continuas ansias de volar, de escapar, de ser libre en todos los aspectos. Tendría sentido que a veces me costara respirar, el aire no es tan puro aquí abajo, me falta el oxígeno cuando no puedo volar. Sería muy sensato pensar que por eso me muevo a pequeños saltos, siempre firmes, pero nerviosos a la vez, como un gorrión recorriendo un parque lleno de niños. Incluso así se entendería que siempre esté tan distraída, como si en el fondo de mi interior estuviera más allá, volando lejos, muy lejos.

Si cierro los ojos creo que puedo verme a mi misma moviéndome con pasos bamboleantes, cuidadosos, tranquilos. Me veo volando de árbol en árbol, teniendo un hogar allá donde decida quedarme, sintiéndome parte activa de la energía de la tierra. Aun puedo imaginar los infinitos paisajes que se extenderían delante de mí, haciéndome parte de ellos. Aun puedo sentir que si abro mi pecho y alargo mis brazos, el viento me ayudará a planear por encima de los campos y los mares, llevándome allá donde siempre quise estar. 

Si cierro los ojos puedo ver en mi anterior vida como fui parte de un todo y un todo en mí misma. Aun puedo volar hasta agotarme y descansar posada en aguas tranquilas, solitarias y silenciosas, dispuestas para mi aterrizaje. Si cierro los ojos y creo en la reencarnación. 

sábado, 12 de agosto de 2017

Fragmento: Hoy es 12.

Es una de esas personas que sonríe con la mirada, con ese brillo especial que solo emanan contados seres humanos, aquellos capaces de cambiar una vida con solo un gesto. Es una de esas personas cuyo tacto provoca chispas en la piel, capaz de encender fuego con solo una caricia. Es una de esas personas que todos quieren tener a su alrededor, una de esas pocas personas que no caen mal, que no son odiadas, que solo provocan bienestar. 

¿Y yo? Yo tengo la maravillosa suerte de que me dedique sus más sinceras sonrisas, de que me encienda fuegos en la piel y de que quiera estar a mi alrededor, haciendo mi mundo un lugar mejor.

Los días doce tienen un cariz muy particular desde hace ocho meses. Vosotros no lo sabéis, pero son días mejores, siempre.

jueves, 6 de julio de 2017

Fingiendo que hay constancia - Música

Suena Rise your glass y no puedo más que aplaudir a una preciosa y segura Pink que consigue hacerme sentir fuerte en cierto modo. El poder de la música, ese inductor emocional externo que podemos manejar a nuestro antojo y que, sin embargo, utilizamos mal. Tendemos, por ejemplo, a escuchar música triste cuando estamos tristes. Como si eso ayudara, como si no fuéramos capaces de escoger algo diferente que nos levante el ánimo.

¿De dónde viene ese afán por la autotortura y el hundimiento del espíritu propio? ¿De dónde esas continuas ganas de cagarla cuando todo va bien? ¿Por qué el drama y la autodestrucción continua?

Respira. Respira. Cierra los ojos y recuerda que eres fuerte y que puedes con ese fantasma sin nombre ni rostro. Es parte de tu imaginación más vívida, pero eso no lo hace real. Respira. Respira. Con cada espiración expúlsalo fuera de ti, disipa ese humo negro y hazle saber que está solo en esto, que no contará contigo esta vez, que no podrá atraparte.

Suena Heroes. Bowie es siempre un acierto, su voz me eleva por encima de mí, me convierte en una heroína solo por esta vez, solo porque puedo serlo, solo para que me acostumbre a ello.

Otra vez la música. Otra vez las notas, las melodías, las voces y la poesía. La música siempre está ahí, novia emocional de mi mente, declarada tan necesaria en mi vida como el aire, la comida, el sexo o dormir. Música, música y más música, por favor. Que nunca deje de sonar.

domingo, 5 de marzo de 2017

Fragmento

Somos el resultado de cada uno de los momentos que hemos pasado, el resultado de una complicadísima ecuación que aun se está formulando. Para llegar hasta aquí hemos sumado, restado, multiplicado y dividido muchos elementos de nuestra vida. Hemos convertido nuestros menos en más y hemos sufrido nuestros más transformados en menos. 

Me gusta pensar que soy el conjunto de un montón de casualidades, y me gusta saber que eres mi casualidad favorita.

martes, 28 de abril de 2015

Ella se mira en el espejo.

Se mira al espejo intentando averiguar quién es ella, cómo llegó hasta ahí y por qué le faltan tantos trozos de sí misma. Ahora comprende a esa mujer que un día le dijo que se habían llevado una parte de ella, que le habían robado parte de su ser al cruzarse con ella en la vida. Ahora comprende a los vasos rotos y a los papeles llenos de anotaciones importantes que acaban en la basura.

No es la misma desde hace tiempo. El reflejo se le parece bastante, incluso a veces tiene una sonrisa creíble, pero no es ella misma. Se mira y lo sabe, faltan cosas. Alguien se llevó algo y dejó las sobras aquel día lluvioso bajo el puente.

Se mira al espejo e investiga dentro de esa mirada, busca la señal de salida que le permita reanudar el camino a pasos normales, sin prisa, sin pausa, sin plomo en los pies, sin tropiezos, ni dudas, ni culpabilidad. Busca el mensaje en la botella que una vez lanzó por si acababa perdida en aquella isla, y seguirá buscando hasta volver a ser ella misma, con las piezas de repuesto y la actitud que tenía guardada en aquel cajón. Se mirará hasta encontrarse en esa mirada, diciéndose que es hora de volar y no volver jamás a pisar el suelo de papel que rompía con cada taconazo.

martes, 23 de diciembre de 2014

Orgasmo creativo

Tenía esta libreta aparcada. Un poco por miedo, un poco por sufrimiento, había dejado de escribir. Otra vez.

Ahora cojo con temor este bolígrafo. Quiero creer que las cosas han cambiado y que, lentamente, puedo volver a andar. Y espero que sea cierto. Tantas batallas perdidas en tan poco tiempo han hecho flaquear mis fuerzas, pero, ahora que el tiempo llega a su fin, releo mis ideas y me animo a resurgir.

De repente se me agolpan las palabras, mi mano va demasiado lenta. Pienso demasiado deprisa, quizá. Y sonrío por esta sensación de auténtico placer que me embarga y hace bombear con fuerza mi corazón.

El ruido del bolígrafo deslizándose por el papel, surfeando los renglones como si de las olas más peligrosas del pacífico se tratara. Mis nervios a flor de piel por la batalla que disputo. Quiero y voy a escribir, dice una parte. No tienes nada que decir, dice la otra. Pero siempre pienso muy rápido y hoy la mano gana la discusión.

¡Oh! El sonido del bolígrafo, dulce sonido... Las sonatas más famosas se quedan en nada al lado de esta música celestial. Me siento como un compositor en pleno apogeo creativo. Sueño con no dejar nunca de escribir. No existe el mañana, no existe el después, ni el exterior, ni las sombras, ni la gente. Solo existo yo, mi bolígrafo y mi libreta de rectos renglones. Y no necesito nada más.

Ignoro mi dolor de espalda y la falta de claridad de mis letras. Ignoro que es probable que esto mañana carezca de sentido. Ya no importa, ya no interesa. Estoy escribiendo y mi alma, por primera vez en mucho tiempo, rebosa felicidad. Explota una lluvia de confeti y los fuegos artificiales provocan un incendio descontrolado dentro de mí. ¡Qué placer! ¡Qué barbarie! ¡Qué locura! Ni aquel sombrerero de cuento infantil podría predecir este nivel de delirio que se desliza por el laberinto de mis sienes.

No sé quien soy, no sé mi nombre ni lo que el futuro me depara. No hay límites ni fronteras, no hay horizonte. Hoy puedo ser quien yo quiera y al verme en el espejo he visto a mi imaginación corriendo por un bosque oscuro, tropezando y volando, sonriendo y llorando. He visto los colores que vestían los personajes que rigen mis pensamientos y los he cambiado. He visto los olores de todos los libros que aun no he abierto. He visto el gusto de esa tinta que intoxica al escritor maldito y he podido saborear cada una de las sentenciosas palabras que aun no ha podido pronunciar. Y yo deseo todo aquello y más aun.

Deseo sentir, sonreír, sufrir, saborear. Deseo la S. Deseo poder gritar a los cuatro vientos que he tenido un orgasmo soñador provocado por un arranque de creatividad extrema. Deseo que toda yo vuelva a ser la dueña de mi habilidad, de mi debilidad, de mi pensamiento. Deseo no dejar nunca de desear y cumplir cada uno de mis deseos, convertirme en mi propio genio de la lámpara y luchar contra mis propios monstruos. Ganar la batalla final.

Hoy, ahora, he decidido ser yo misma. La más pura versión de mí que he podido rescatar. He decidido que poner un punto y final solo significa que ahora puedo escribir otro libro distinto. He decidido que me apetecía volver a plasmar mi retrato en palabras, porque lo más fiel que encontraréis nunca de mi imagen, son mis palabras. He decidido que me he convertido en mis palabras. Y me gusta.

Soy cada una de las palabras que brotan de mi mano, aquellas llenas de euforia, sufrimiento, placer, abandono, lujuria, alegría, tristeza. Soy las palabras más intensas, las más básicas, las más imperfectas. Soy lo que lees, lo que intuyes, lo que entiendes y, para algunos, también soy lo que hay entre líneas escrito con tinta invisible. Y algún día me dirás que esas palabras siempre fueron las que te llenaban la boca y que las quieres todas solo para ti, entonces podremos negociar.

Me estoy perdiendo en las calles de mi cabeza. Necesito un mapa nuevo. Una ingente cantidad de ideas escondidas durante muchísimo tiempo están saliendo sin permiso y, a base de no poder ordenarlas, las estoy plasmando aquí sin sentido. Voy a perder la cabeza y mañana me preguntaré qué ha pasado, sentiré la resaca de aquel que bebe demasiada imaginación en una sola noche de juerga.

Ya no puedo continuar, al menos por hoy. Este río es cada vez más caudaloso y la presa corre riesgo de resquebrajarse. Me desbordo a mí misma y la noche parece larga. Mañana será otro día. Vuelvo a sentar la calma y a respirar tranquila. Ha pasado el climax. Estoy extasiada. Buenas noches.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

He de decir que...


  • Estoy bien cuando me río tanto que empiezo a ahogarme y a llorar sin poder parar. 
  • Estoy bien cuando me quedo en casa con mi té, mi pijama y mis series sin querer volver a salir. 
  • Estoy bien cuando me desahogo y lloro hasta quedarme completamente vacía de sentimientos. 
  • Estoy bien cuando noto otra piel. 
  • Estoy bien cuando no soy capaz de quedarme en casa dos minutos y solo quiero salir por ahí aunque sea sola. 
  • Estoy bien cuando doy paseos sola. 
  • Estoy bien cuando miento a los demás y a mí misma al decir que "estoy bien". 
  • Estoy bien cuando me tumbo en el suelo con los ojos cerrados deseando desaparecer por completo. 
  • Estoy bien cuando me quedo una eternidad bajo la ducha y lo único que siento es el agua rozándome. 
  • Estoy bien cuando paso la noche entera mirando el techo. 
  • Estoy bien cuando meriendo tostadas y nesquik caliente. 
  • Estoy bien cuando salgo con mis amigos de fiesta por la noche. 
  • Estoy bien cuando siento que ya no se acuerdan de mí. 
  • Estoy bien cuando me besan. 
  • Estoy bien cuando me siento la cosa mas horrible del mundo. 
  • Estoy bien cuando no quiero ver a nadie. 
  • Estoy bien cuando estoy sola. 
  • Estoy bien cuando estoy acompañada. 
  • Estoy bien cuando solo quiero tumbarme y que me mimen.
  • Estoy bien cuando no quiero que me toquen.
  • Estoy bien cuando hablo con desconocidos.
  • Estoy bien cuando me siento sexy.
  • Estoy bien cuando no sé lo que siento.

Estoy bien cuando estoy mal. Porque sé que es normal sentirse mal de vez en cuando, que a veces las circunstancias y las situaciones que nos marcan no son las más agradables, que no todo es blanco o negro. Y no pasa nada por sentirse sola o mal a veces, porque nada es eterno y en algún momento pasará y volveré a sentirme bien, plena y completa como antes. Así que estoy bien. Estoy bien porque nada es perfecto y eso me encanta, porque todo depende de la situación y a veces se está bien de una forma y a veces de otra, porque fluyo con la brisa del camino y en lugar de luchar por controlarlo todo, me dejo llevar. Estoy bien porque tengo días buenos y días malos, porque todos los días malos tienen algo bueno y porque todos los días buenos tienen algo malo, así que, técnicamente, todos los días son buenos días. Estoy bien porque antes de dormir puedo pensar en al menos cinco cosas del día que me hayan hecho sonreír. Estoy bien porque puedo, porque debo y, sobre todo, porque quiero estarlo, y nadie me puede quitar eso.

Estoy bien.