viernes, 8 de febrero de 2013

Carta a una profesora

Estimada profesora de literatura medieval,

Esta mañana no he tenido clase y he aprovechado el tiempo para dormir un poco más y estudiar para la universidad, por la tarde he estado tranquila y puedo confirmar que ha sido un buen día en conjunto. Hace algo así como media hora decidí abrir el correo de la universidad para comprobar la respuesta que esperaba de un profesor, compañero suyo, pero de otro departamento. Imagínese usted mi sorpresa cuando, a mayores del correo que necesitaba ver, me encuentro un correo de usted enviado ayer por la tarde y que indicaba que hoy por la mañana podríamos ir a revisión de exámenes. Como cabe suponer, yo no estaba enterada de que por fin se había dignado a publicar las notas, las únicas que faltaban por conocer, ya que hoy se cerraban las actas. Así que mi primer acto tras leer este correo fue acceder a mi expediente para saber cual era mi nota del curso, por lo cual ahora escribo esto. 

Con todos mis respetos, me gustaría decirle que es usted una soberana hija de puta y que puede, si hace el favor, meterse el 1,5 que me ha puesto por el culo. Dirá usted que estoy siendo algo soez, lamento sinceramente utilizar este tipo de vocabulario que, sin duda, escandalizaría a cualquiera, pero sinceramente creo que esta es la única forma de conseguir no solo desahogarme, sino también hacerle saber lo que más del 90% del conjunto de la facultad opina sobre su persona. 

Sé perfectamente que las literaturas no son mi fuerte, que me aburren y me cuesta estudiarlas, pero también sé que he dejado a un lado otras asignaturas para preparar como es debido la suya, que me he esforzado duramente en los trabajos realizados, que lo he entregado todo en plazo y que, al contrario que el grueso de sus alumnos, me he presentado al examen final habiendo estudiado y leído todas las lecturas obligatorias. Aun con todo, lo máximo que he conseguido ha sido no superar el tres en los trabajos, un muy mal trato por su parte (incluyendo gritos, faltas de respeto y menosprecios innecesarios) y un 1,5 como nota final. 

No sé exactamente qué entiende usted por saber dar clase, por enseñar e instruir a las mentes jóvenes que se decantan por sus clases y quieren aprender y conocer los entresijos de la literatura medieval española, pero, a mi parecer, no es usted más que un ser despreciable que no es capaz de dar una clase de forma decente, que le da demasiada importancia a una burocracia discutible y que se escuda tras el papel de "catedrática" como intocable, creyéndose de esta manera insustituible. Me parece adecuado comunicarle que a eso no se le llama ser profesora, no pago una matrícula tan elevada para recibir ese trato y ese nivel académico tan detestable por su parte. Quizá no sea la mejor estudiante del mundo ni la más adecuada en lo que a literatura se refiere, pero sí soy consciente de que me he esforzado más que suficiente y que mi curso no está como para un 1,5.

Finalizo esta carta que nunca leerá, comentándole que no sabe con quién se ha encontrado, no pienso parar hasta conseguir darle en las narices y, si soy capaz, conseguiré una disculpa, como mínimo, por ese trato tan poco amable que la caracteriza. Disfrute ahora lo que le queda de curso conmigo, porque al acabar va a desear aprobarme solo para no tener que aguantarme el curso que viene. Gracias por esa nota, gracias por darme un motivo más para seguir luchando contra su puesto de catedrática y su presencia en las aulas.

Sin otro particular,
Pilar Elisabet Losada Adura.

jueves, 7 de febrero de 2013

De como pasaron cuatro años.

Dentro de unos pocos días (nueve, para ser exactos) cumpliré 22 años y, por alguna razón, junto a este acontecimiento han aparecido una serie de recuerdos, cuestiones y balances sobre los siguientes hechos:


  • En 2009 empezaba la carrera, primero de Filología Hispánica, año en que comenzó a ponerse en práctica el Plan Bolonia. Asignaturas fascinantes y terribles, pasar de estudiar como si me fuera la vida en ello a pasar tanto de todo que no sé ni como saco algunas asignaturas, y así hasta encontrar un punto medio. Conocer gente increíble, peleas, arreglos, parecer críos de primero de la ESO en los primeros tres años de la carrera. Aprenderme de memoria la biblioteca, leer unos sesenta libros cada curso, empezar a formar mi propia biblioteca, encontrar belleza en el más simple de los análisis sintácticos y comenzar una cruzada contra los académicos de la RAE y sus absurdas modificaciones (si "muslamen" está incluida en el diccionario, exijo que se incluya también "culamen", "pechamen" y "entreteto", he dicho). Han pasado cuatro años y ahora, en 2013, me voy a graduar. Sí, tendré que seguir el curso que viene, pero aun así doy por finalizada una etapa tan maravillosa como aterradora y problemática, llena de cambios y emociones que, estoy segura, me ha marcado más de lo que soy capaz de notar ahora mismo.
  • Con dieciocho años (hace cuatro años, también) llevaba algunos años con intención de sacarme el carnet de conducir, para tener mi propio coche y convertirme en alguien más independiente. Me costó cuatro años decidirme a apuntarme en la autoescuela, pero lo hice y, aunque sigo acojonada (que es una palabra muy corta para la situación real), puedo decir orgullosa que hoy he hecho mi tercera práctica y que no lo hago tan mal como me parece.
  • He sufrido una evolución enorme en lo que a relaciones personales se refiere. Antes no hablaba con nadie y no me fiaba realmente de nadie que me rodease. Alguien que quiera ser amigo mío no puede ser de fiar, pensaba siempre. He pasado de tener un enorme y cerrado grupo de amigo (muy parecido a una secta en algunas ocasiones) a no tener ningún ser a mi lado a quien pueda considerar como tal. Más tarde conocí gente nueva y volví a tener a quien llamar amigo y con ello aprendí a diferenciar entre un colega y un amigo de verdad. Ha pasado mucho desde entonces y poco queda a mi alrededor que sea como era en un principio. La gente cambia, va, viene, se mueve de forma continua y no acaban nunca de pararse a compartir tu camino. Pero hay ciertas personas (cuento dos o tres) que están ahí y lo estarán siempre... Alguna ha estado ahí desde antes de que yo aceptara que estuviera y se agradece. La gente en general es prescindible, pero esas personas en particular, no lo son, cosa que he aprendido hace poco.
  • Hablaría de otro tipo de relaciones personales, esas rarunas en las que un chico y una chica se juntan y pasan cosas amorosas. Pero no estoy en mis cabales ni debo hablar de ello sin un abogado presente. No obstante, debo decir que el cambio ha sido abrumador, una evolución muy marcada, muy rara y de la que aun quedan muchos restos que no se pueden borrar. No os equivoquéis, sigo pensando que esas cosas de amoríos y noviazgos no son para mí, pero una es débil y a veces, cede.
  • He empezado a trabajar. Tanto amenazar con hacerlo desde los dieciséis años y por fin lo he hecho. No es lo que más me gusta, pero me da algo de ahorros y eso siempre es bueno, porque así podré seguir yendo al teatro, al cine o simplemente a cenar por ahí, sin pensar en cuanto dinero tengo o puedo recaudar. Y aunque ahora me toca ser profesora particular, que sepáis que no me gusta ni me gustará jamás dar clases, no es lo mío, sin lugar a dudas. 
Parece mentira que todo esto haya pasado por mi cabeza o a mi alrededor en tan solo cuatro años. Voy a cumplir veintidos en nueve días, no lo celebraré, porque no sé organizar nada, pero estoy segura de que me espera un año tan lleno de cosas como estos últimos cuatro años. 

Como me lo merezco, haré un brindis virtual por mí, por estos cuatro años, por mis veintidós y por cuatro años más, por lo menos, tan inesperados como estos.