miércoles, 12 de septiembre de 2012

Eres un cobarde

Nunca te has parado a pensar en ello. Nunca has sentido la necesidad de hacerlo, de reconocer que en el fondo de tu interior lo sabes... o al menos lo intuyes. Nunca te lo has planteado realmente, aunque una parte de ti te susurrara que debías tomártelo en serio. Hasta que lo piensas, lo reconoces, te lo planteas.

Llega el momento. Te posicionas frente a un enorme espejo, te miras a los ojos como nunca lo habías hecho. No observas tus imperfecciones, tu pelo despeinado, tus ojos irritados o tus puntos negros. Te observas a ti mismo, en lo mas profundo de esas pupilas dilatadas. Y no ves nada. No sientes nada. Te sientes incomodo,  violento, absurdamente desquiciado por tu propia presencia. Ya no eres capaz de pasar ni diez segundos a solas contigo mismo sin sentir ese odio quemándote en las entrañas.

¿Qué pasa? Ya no es lo mismo que hace unos años atrás. Tu apariencia ha cambiado, tu interior está vacío y no sabes exactamente en que momento se formaron las telarañas que ocupan el lugar que antes ocupabas tu. Hace años que las cosas han dejado de ser como eran. Hace años que eres consciente de la rutina, la amargura, la falta de ganas de vivir. Ahora todo te da igual, ahora ya nada te parece real. 

Antes eras tu o el mundo. Luchabas por sobrevivir en una selva donde todo el mundo se aplasta entre sí como si de una plaga de hormigas se tratase. Te preocupabas por salir adelante, por superar los obstáculos y saltar las barreras. Te molestabas por intentar hacer de tu vida algo valioso. Te importaba ser quien eras sin más. De repente no luchas, no te preocupas, no te molestas ni te importas a ti mismo. Todo es igual, rutinario, cansado. ¿Cuándo llegaste a ese punto de no retorno? ¿Cuando te diste cuenta de que tu vida era una soberana mierda?

Es la hora. Te toca actuar, hacer algo, mover ficha. Llevas demasiado tiempo en "stand by" y es el momento de hacerlo. Y ahí estás, mirándote a ti mismo en aquel espejo. Solo, como siempre. Desnudo pese al frío de un pleno invierno muy inoportuno. Respirando con furia. Odiándote a ti mismo porque ahora eres consciente de lo que eres. Porque ahora sabes que no vales nada, que dejaste de esforzarte por vivir, que te convertiste en un simple muñeco de plástico. Demasiada rabia, demasiado odio, demasiada oscuridad dentro de ti. 

Hay muchas opciones, muchas soluciones, muchas formas de moverte para cambiarlo. Pero eres un cobarde. Y desde hace tiempo sabes que debes hacerlo, que es necesario y que debe ser eficaz. Ya no hay vuelta atrás, porque aunque sigas pensándolo, llevas meses decidido a hacerlo. Llevas media hora frente al espejo y tras reflexionar ese tiempo, tras verte desnudo tanto tiempo, coges esa maravillosa escopeta que te ha regalado tu abuelo hace ya algunos años. Aquella preciosa antigüedad se adapta perfectamente a tu mano, tus dedos la acarician como hace tiempo que no acarician a ninguna mujer. Te sientas en la pequeña silla del lavabo. Respiras llenando de oxígeno tus pulmones, saboreando cada gota de aire. El cañón de la escopeta esta frío, es un sabor metálico que tu lengua no sabía que iba a probar. Ya casi está. Solo falta apretar el gatillo y... ¡BOOM!

Tu cerebro se reparte por toda la pared del lavabo. Los azulejos blancos se han vuelto rojos y un líquido espeso recorre las juntas. ¿Sabes lo mejor de todo esto? No tendrás que limpiar tu propio estropicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario