lunes, 30 de enero de 2012

Porque engañarme no era tan fácil.

- Muy bien, cuéntenos que sucedió.

- Seguro? Perfecto empezaré por el principio... Su sonrisa me perturbaba. Esa perfección absurda que la rodeaba. Me hablaba y yo solo podía pensar en lo extraño que era aquello, en que es lo que la hacía tan especial. Lo peor de todo es que sabía que es lo que la hacía tan especial, distinta, increíble. Yo también podía sentir esa aura que la hacía tan diferente, tan atractiva, tan seductora y natural, a mi también me atraía en cierto modo. Y eso me hacía despreciarla un poco más. Tuve que solucionar el tema y ahora ya no volverá a atraer a nadie.

Rodeadas de una ingente cantidad de seres que se creen cultos, humanos, serviciales y hasta personas, pero que no se dan cuenta de lo absurdos, imbéciles y trastornados que resultan. Allí, en el medio de aquella calle poblada de despreciables humanos, tiendas rebosantes de ropa de marca, música provocadora e imágenes sexualmente atrayentes. Allí mismo la maté. Y volvería a hacerlo. No me arrepiento en absoluto. Esa maldita zorra parlanchina se lo merecía.

Aun puedo sentir el frío en mis labios sonrientes y la sangre salpicándome en la camiseta que él me había regalado aquella mañana. Por cierto, él también ha muerto, pero no pienso deciros donde está el cadáver, tendréis que jugar al tesoro escondido... Como decía, la adrenalina se apoderaba de mi. ¿Cómo podía esa puta estar hablando conmigo como si nada pasase? Insensata... Ja! Ni se lo vio venir, deberíais haber visto su cara, os habría encantado. Podía olerse su pánico a leguas.

Verles allí, en ese estúpido hotel, saliendo abrazados, mirándose. Aun estaban sudorosos, ni siquiera se habían duchado después de follar. Y todo a mis espaldas. Tres años saliendo con él y un año viviendo juntos. Siete años siendo amigas, casi hermanas, compartiéndolo todo. Al parecer mi novio estaba incluido en ese "todo". Debían creer que soy tonta, una cría pequeña a la que pueden engañar con un par de regalitos y achuchones. No... No tenían ni idea de lo que les venía encima. Y si creen que "esa" murió de forma violenta y dolorosa, no se imaginan lo que pasó él.

Pues bien, llevábamos horas caminando de un lado a otro, ella con bolsas, hablando sin parar, contándome su día de trabajo, al parecer bastante cansado, creyendo que yo no sabía nada de aquello. Pero lo sabía, y cometió el error de decirme que eramos como hermanas. Así como dijo aquello la cogí con fuerza de su precioso pelo pelirrojo y la golpee contra la pared. Su cara de terror me hizo reír y viéndola en el suelo llorando y mirándome perpleja le clavé el tacón en un ojo. Pude sentir como se clavaba lentamente en aquel globo ocular que tantas veces le había alabado por tener un color verde precioso. Solía hipnotizar a los hombres con su mirada. Ya no lo volverá a hacer.

Bueno, y como os habrán contado los maravillosos testigos que presenciaron aquel acto de justicia, el resto fueron patadas, pisotones, dos puñaladas y quizá escupí un poco en su boca... Pero eso no lo apuntéis, no es algo que una señorita deba hacer, no me gustaría quedar como una marimacho. Eso fue lo que pasó. No hace falta que me lo digan, estoy detenida señores. Me he entregado yo sola, me apetecía contárselo a alguien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario