Creo
que todos tenemos un nombre predilecto para usar en foros,
videojuegos, páginas random a las que registrarnos y todo eso. Mi
nombre es Caducidad. Sí, es raro. Sí, la primera vez que lo usé no
significó nada. Sin embargo, hoy día creo que tiene un sentido ese
nombre y que por esa razón lo sigo usando.
La
primera vez que lo usé, recuerdo que fue en un juego online llamado
Travian, que seguramente muchos conoceréis. La verdad es que fue mi
tercer intento de nombre, el primero había sido mi segundo nombre,
que estoy acostumbrada a que no sea muy popular, pero en este caso
estaba cogido, el segundo intento fue Salchichón, pero ya lo estaban
usando también. Finalmente a mi cabeza vino una palabra: caducidad.
En el momento me pareció que algo tan cotidiano como eso, tan
natural, algo a lo que realmente no se le hace caso o no pensamos en
ello tanto, pues no estaría cogido, de ahí que intentara
registrarme con él. Efectivamente, mis sospechas eran ciertas y
estaba libre. A partir de entonces recuerdo haber usado de nombre de
usuario Caducidad en la mayoría de páginas o juegos en los que me
he registrado por el simple hecho de que nadie más utiliza nunca un
nombre como ese.
Normalmente
me preguntan el por qué del nombre. Siempre contesto alguna gracia
con intención de no darle muchas vueltas. Pero con el paso del
tiempo y de la repetición incesante de esa pregunta he empezado a
plantearme lo que significa realmente. Creo que he hecho de algo que
no significaba nada una identidad. La verdad es que si lo pienso
puedo darle un significado más profundo, algo que tenga una
importancia más allá de las facilidades de un nombre como ese.
Pues
bien, la última vez que me lo preguntaron creo que fue en el juego
de móvil Apalabrados, siempre la pregunta acompañada de ciertas
gracias sobre mi fecha de caducidad y cosas del mismo estilo, nadie
es original en cuanto a eso. Mi respuesta se baso en una reflexión
que llevaba tiempo barajando. La caducidad de algo es realmente
importante, latente, sin embargo nunca le hacemos el suficiente caso.
Me refiero a que todo tiene fecha de caducidad, desde las distintas
etapas de la vida, hasta la vida en sí misma, pasando por cosas mas
triviales como un trabajo, una serie o una comida (como es más
común).
La
razón de que no hagamos caso a estas fechas de caducidad que siempre
se nos presentan desde un principio, la razón de que las ignoremos
sobremanera está clara: a nadie le gustan los finales. Llegar a la
fecha de caducidad de algo es equivalente a llegar al final, a la
meta. A nadie le gustan los finales, ni siquiera los finales de las
películas que no nos han gustado o de los momento más terribles,
porque hasta el final es más doloroso casi que la situación en sí.
Evitando hacer caso o dar relevancia a estas fechas finales solo
ignoramos aquello que no nos gusta saber que está ahí con intención
de evitarnos sufrimiento, al fin y al cabo, el fin último de
cualquier ser humano es aspirar a la felicidad y pocos (o casi nulos)
son los finales que nos dan esa ansiada felicidad.
Mi
punto de vista es otro. El final está ahí, es así, no se va a ir o
desaparecer por el simple hecho de que lo ignoremos y evitemos
reconocer su existencia. Teniendo en cuenta esto, ¿por qué no
asumir los hechos, interiorizar esa clara caducidad y aprovechar al
máximo el tiempo que tenemos hasta que llegue? Esto es aplicable a
todo, realmente. Quiero decir, la mayoría de las relaciones tienen
una fecha de caducidad (sea por lo que sea), nos guste o no, nada es
eterno y debe acabar todo tarde o temprano. Entonces asumamos que
esto es así y disfrutemos cada momento sabiendo que el final en
algún momento aparecerá.
Creo
que pensar que ese final no va a llegar, ignorarlo, alargarlo o
evitarlo es un error. Pensando que no está ahí, que no va a
aparecer, actuamos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para
compartir con alguien o para hacer algo y al final dejamos todo para
el último momento, confiados de que tendremos tiempo para hacer
todo. No puede ser más irreal. Quizá creáis que es una visión
algo pesimista o negativa, visualizar el final antes siquiera de que
se haga notar. Para mí no es así en absoluto, es ser realista con
la situación a la que nos enfrentamos, es ser consciente de que las
cosas no son idílicas como nos gustaría, que lo eterno no existe,
que en algún momento todo acaba.
Caducidad
es ahora algo más que un nombre escogido al azar. Realmente he hecho
de esta ocurrencia una parte de mí. Representa una forma de ver las
cosas, representa la necesidad que tengo de ser consciente de que
todo acabará, de que ninguna relación dura mucho, de que los
trabajos, los estudios e incluso las vacaciones acaban. Es mi
necesidad de saber que no va a durar siempre. Saberlo no hace que sea
triste o malo, simplemente me hace estar con los pies en la tierra,
que cuando llega el final de algo muy bueno, de algo que no creías
que pasaría, de algo que preferirías no acabar nunca, yo soy más
fuerte y consigo sobreponerme de la mejor manera posible. No me quita
la tristeza que esto provoca, pero como lo veía venir, la cosa no es
tan dura como podría llegar a ser.
Caducidad
es lo que hace que me plantee acabar con las cosas más maravillosas
que he experimentado últimamente, con lo más trivial, con lo más
importante, con lo que necesita ser acabado, porque alargarlo no es
la forma ni la mejor opción. Un buen final a tiempo siempre será
mejor que un final forzado y obligado demasiado tarde.
Disfrutar das cousas cando se teñen. Esa é unha lección que se aprende enseguida cando navegas.
ResponderEliminarCarpe Diem.