jueves, 4 de abril de 2013

Caducidad

Creo que todos tenemos un nombre predilecto para usar en foros, videojuegos, páginas random a las que registrarnos y todo eso. Mi nombre es Caducidad. Sí, es raro. Sí, la primera vez que lo usé no significó nada. Sin embargo, hoy día creo que tiene un sentido ese nombre y que por esa razón lo sigo usando.
La primera vez que lo usé, recuerdo que fue en un juego online llamado Travian, que seguramente muchos conoceréis. La verdad es que fue mi tercer intento de nombre, el primero había sido mi segundo nombre, que estoy acostumbrada a que no sea muy popular, pero en este caso estaba cogido, el segundo intento fue Salchichón, pero ya lo estaban usando también. Finalmente a mi cabeza vino una palabra: caducidad. En el momento me pareció que algo tan cotidiano como eso, tan natural, algo a lo que realmente no se le hace caso o no pensamos en ello tanto, pues no estaría cogido, de ahí que intentara registrarme con él. Efectivamente, mis sospechas eran ciertas y estaba libre. A partir de entonces recuerdo haber usado de nombre de usuario Caducidad en la mayoría de páginas o juegos en los que me he registrado por el simple hecho de que nadie más utiliza nunca un nombre como ese.
Normalmente me preguntan el por qué del nombre. Siempre contesto alguna gracia con intención de no darle muchas vueltas. Pero con el paso del tiempo y de la repetición incesante de esa pregunta he empezado a plantearme lo que significa realmente. Creo que he hecho de algo que no significaba nada una identidad. La verdad es que si lo pienso puedo darle un significado más profundo, algo que tenga una importancia más allá de las facilidades de un nombre como ese.
Pues bien, la última vez que me lo preguntaron creo que fue en el juego de móvil Apalabrados, siempre la pregunta acompañada de ciertas gracias sobre mi fecha de caducidad y cosas del mismo estilo, nadie es original en cuanto a eso. Mi respuesta se baso en una reflexión que llevaba tiempo barajando. La caducidad de algo es realmente importante, latente, sin embargo nunca le hacemos el suficiente caso. Me refiero a que todo tiene fecha de caducidad, desde las distintas etapas de la vida, hasta la vida en sí misma, pasando por cosas mas triviales como un trabajo, una serie o una comida (como es más común).
La razón de que no hagamos caso a estas fechas de caducidad que siempre se nos presentan desde un principio, la razón de que las ignoremos sobremanera está clara: a nadie le gustan los finales. Llegar a la fecha de caducidad de algo es equivalente a llegar al final, a la meta. A nadie le gustan los finales, ni siquiera los finales de las películas que no nos han gustado o de los momento más terribles, porque hasta el final es más doloroso casi que la situación en sí. Evitando hacer caso o dar relevancia a estas fechas finales solo ignoramos aquello que no nos gusta saber que está ahí con intención de evitarnos sufrimiento, al fin y al cabo, el fin último de cualquier ser humano es aspirar a la felicidad y pocos (o casi nulos) son los finales que nos dan esa ansiada felicidad.
Mi punto de vista es otro. El final está ahí, es así, no se va a ir o desaparecer por el simple hecho de que lo ignoremos y evitemos reconocer su existencia. Teniendo en cuenta esto, ¿por qué no asumir los hechos, interiorizar esa clara caducidad y aprovechar al máximo el tiempo que tenemos hasta que llegue? Esto es aplicable a todo, realmente. Quiero decir, la mayoría de las relaciones tienen una fecha de caducidad (sea por lo que sea), nos guste o no, nada es eterno y debe acabar todo tarde o temprano. Entonces asumamos que esto es así y disfrutemos cada momento sabiendo que el final en algún momento aparecerá.
Creo que pensar que ese final no va a llegar, ignorarlo, alargarlo o evitarlo es un error. Pensando que no está ahí, que no va a aparecer, actuamos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para compartir con alguien o para hacer algo y al final dejamos todo para el último momento, confiados de que tendremos tiempo para hacer todo. No puede ser más irreal. Quizá creáis que es una visión algo pesimista o negativa, visualizar el final antes siquiera de que se haga notar. Para mí no es así en absoluto, es ser realista con la situación a la que nos enfrentamos, es ser consciente de que las cosas no son idílicas como nos gustaría, que lo eterno no existe, que en algún momento todo acaba.
Caducidad es ahora algo más que un nombre escogido al azar. Realmente he hecho de esta ocurrencia una parte de mí. Representa una forma de ver las cosas, representa la necesidad que tengo de ser consciente de que todo acabará, de que ninguna relación dura mucho, de que los trabajos, los estudios e incluso las vacaciones acaban. Es mi necesidad de saber que no va a durar siempre. Saberlo no hace que sea triste o malo, simplemente me hace estar con los pies en la tierra, que cuando llega el final de algo muy bueno, de algo que no creías que pasaría, de algo que preferirías no acabar nunca, yo soy más fuerte y consigo sobreponerme de la mejor manera posible. No me quita la tristeza que esto provoca, pero como lo veía venir, la cosa no es tan dura como podría llegar a ser.
Caducidad es lo que hace que me plantee acabar con las cosas más maravillosas que he experimentado últimamente, con lo más trivial, con lo más importante, con lo que necesita ser acabado, porque alargarlo no es la forma ni la mejor opción. Un buen final a tiempo siempre será mejor que un final forzado y obligado demasiado tarde.

1 comentario:

  1. Disfrutar das cousas cando se teñen. Esa é unha lección que se aprende enseguida cando navegas.

    Carpe Diem.

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